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jueves, marzo 30, 2023

Monseñor Eduardo Ackerman, toda una vida consagrada a la evangelización

"Uno vive el día a día. Cada día nos debe sorprender, pues siempre hay y habrá cosas buenas para todos".

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Isaías Plascencia
Isaías Plascenciahttps://www.ciudadtijuana.info
Licenciado en Periodismo y Administración de Empresas con Maestría en Educación | Director de medios y miembro del Colegio de Comunicólogos de Baja California | Periodista enfocado a la investigación sobre derechos humanos y personas con discapacidad.

Tijuana-BC { Isaías Plascencia – CdTj

La serie Entrevistas de Café sigue adelante, por lo que en el marco de los 52 años de vida sacerdotal del Monseñor Eduardo Ackerman Durazo, se ha incluido una breve semblanza de su largo caminar en su misión pastoral en Baja California.

entrevistas de cafe

El inicio

Nacido en 1940 en un poblado de Sonora que llevó por nombre, Oputo, hoy convertido en muncipio pero con el nombre de Villa Hidalgo, Monseñor Eduardo Ackerman Durazo a sus 76 años de vida de los cuales 52 ha dedicado a la vida sacerdotal, mira con alegría hacia atrás y con mayor júbilo hacia delante.

«Mi abuelo era alemán y al llegar a México se estableció en Oputo, Sonora, que significa ‘lugar del palofierro’. Ahí hice mi primaria, cuando apenas había unos mil habitantes en ese tiempo».

El monaguillo

Su infancia estuvo rodeada de felicidad, en el campo, de mucho trabajo, bajo el cobijo de una familia dedicada tanto a él como a sus ocho hermanos, cuyos padres les enseñaron todo lo que entonces era necesario, pero siempre con una visión abierta hacia el futuro, dentro de un ambiente enmarcado en la fe católica.

«Mi niñez era muy bonita, de rancho, retirado del pueblo al que ibamos a diario a pie con unos zapatos llamados teguas. Éramos nueve hermanos que crecimos en una familia muy unida. Jugábamos. Estaba lleno de árboles, frutas, animales, ambiente ganaderil, muy sano».

Sonriente recuerda con agrado a sus maestros, los sacerdotes y las persona buenas, pero más la ocasión que fue invitado a convertirse en monaguillo, tarea que realizaba emocionado, pero con seriedad cada vez que acudía a la iglesia de la región un padre a celebrar la misa.

«Con timidez me acercaba a la iglesia, hasta que me llamaron la atención los cantos ¡me jalaron los cantos!. Un día escuché la palabra ‘seminario’, una palabra nueva para mi vocabulario. Investigué lo que significaba y me explicaron. Como que se me metió un chip que me dijo ‘por ahí vete’.

Monseñor Eduardo Ackerman
Monseñor Eduardo Ackerman

Su llegada a Tijuana

En los años 50 su familia se trasladó a Tijuana, entonces tenía 13 años y lo primero que a su mente llegó fue si habría un seminario en este lugar, lo cual al darse cuenta de su existencia, no dudó en solicitar su ingreso.

«Tocamos las puertas y al poco tiempo entré al de la calle 10 y Ocampo, recién había terminado la primaria. En ese tiempo así se ingresaba, ahora se piden más estudios».

De seminarista

Los siguientes cinco años fueron de aprendizaje arduo sobre diferentes temas, pero el latín era la materia principal que a diario debía atender.

«Después del latín, siguió la filosofía, luego nos enviaron al Seminario Mayor por el cerro Colorado. Ahí nos tocó inaugurar. Estaba muy despoblado y para llegar había que caminar, no había servicio de camión, ni taxis».

Tras concluir esa etapa inicial, su vocación fortalecida lo llevó hasta Italia, donde estudió durante cuatro años teología y fue allá donde se ordenó sacerdote en 1964.

«Estaba en un colegio junto a 400 estudiantes de África, Asia y América. Los europeos acudían a otro lugar, cerca del Vaticano».

Su ordenación se llevó a cabo el 19 de diciembre de 1964, junto a 58 de sus compañeros. Después de eso, se quedó un doce meses más, pero tuvo que regresar a Tijuana debido a un problema de salud y por recomendación de sus superiores.

Su vida sacerdotal en Baja California

Al llegar a la frontera fue asignado a la parroquia Divina Providencia en la colonia Libertad con el padre Máximo García, fue la primera de muchas. También ayudó al padre Che y en los últimos ocho años, ha estado al frente de Santa María Reina de la Paz en la colonia Independencia.

Ensenada fue además parte de su misión evangelizadora, en aquellas décadas en las que la península de Baja California era una sola diócesis, hoy son cuatro, La Paz, Mexicali, Ensenada y Tijuana.

«Estuve en la parroquia San José Obrero de Ensenada, por muchos años. Era la única diocesana. Representaba al obispo, primero Juan Jesús Posadas y luego Emilio Berlie Belaunzarán».

Presencia 1

Presencia

Aunque dedicaba todo su tiempo al trabajo pastoral, algo que no olvidó de su etapa estudiantil en Italia, fue el Concilio Vaticano II, aquel encuentro entre obispos de todo el mundo iniciado por el Papa Juan XXIII en 1962 y clausurado por Pablo VI en1965.

El evento trascendió por ideas reformadoras que se aplicaron desde el interior de la Iglesia Católica, pero en particular la visión papal de aprovechar los cambios que se estaban dando en la humanidad en cuanto al uso de los medios de comunicación para acercar la fe a más personas.

«Entendí que el Concilio traía cosas interesantes para la Iglesia, que debía actualizarse. Abrió panoramas. Lo percibí, lo asentí, lo olí, los medios, tenemos que estar en los medios, aprovecharlos para la evangelización».

Fue así, que ya en Baja California, le llegó a manera de inspiración, la necesidad de fundar un periódico al que nombró «Presencia«, el cual salió en circulación de manera semanal en 1987, ahora su tiraje es mensual y con intensa difusión en internet.

«Un día me vino como inspiración, algo fuerte sentí, periódico, aviéntate ahorita ya, después vendrá lo demás. Así que le conté esta historia loca a un periodista de Ensenada y el me recomendó a una reportera. Así se fue formando el equipo, ahí empezamos».

Presencia se imprime en los talleres de el diario Frontera cada mes y se distribuye en iglesias y algunas librerías, que junto a otros medios, forma el brazo fuerte de la comunicación católica regional. No obstante, Ackerman, se mantiene un tanto al margen de cada publicación, tan solo como asesor y motivador.

«Sentía que esto era trabajo de los laicos, no de sacerdotes. Me decía que mi papel es de animador, que correspondía a los laicos, que ellos escribieran y reportearan».

«Me ha quedado claro, tenemos que aprovechar los medios de comunicación, de manera impresa, la radio, la televisión y ahora internet. Son nuevos tiempos».

De escritores y periodistas

Aunque ha colabadorado con diversos artículos escritos en los que analiza desde un punto de vista eclesiástico, pero además de manera objetiva y con mente abierta temas contemporáneos que golpean a la sociedad, no se considera periodista, mucho menos escritor, por lo que reconoce con entusiasmo el trabajo que desempeñan los comunicadores y autores.

«Envidio a los escritores, se me cae la baba cuando veo libros. Comentaba que los libros eran mis compañeros de día y de noche. Leía cada semana Proceso y he disfrutado de las obras de Vicente Leñero y Octavio Paz. Leo a varios escritores, mujeres y hombres que escriben bien. Los admiro a todos».

La evolución de la Iglesia

Eduardo Ackerman ha tenido la oportunidad de conocer muchos países, no sólo como parte de su formación clerical, sino al unirse a grupos de viajeros que han visitado lugares emblemáticos o santos para los católicos, así que su experiencia de viajero y guía, se ha forjado en Francia, España, Grecia, Turquía, Inglaterra, Italia, China, Israel, Jordania, Egipto, Alemania y Austria, entre otros.

Durante años, aunado a  sus recorridos, pudo apreciar los cambios de la Iglesia Católica, pero también de la humanidad, en campos tan diversos como la política, la ciencia, la educación y la misma religión.

«He procurado mantenerme cerca de los libros y de lo que sucede a diario en el mundo. He procurado analizar, reflexionar, ver los cambios».

En cuanto a la Iglesia, reconoce de manera crítica que han tenido Papas muy buenos en los últimos años, pero que en otras épocas hubo papas «dudosos», por lo que todo ha sido parte de los cambios necesarios.

«Los cambios los vemos como retos, estamos acostumbrados a los retos a no tenerles miedo. Acompañar a las comunidades con su pobreza y sufrimiento, su carga».

Tolerancia, sí, radicalismo, no

Su estudio constante y visión cosmopolita ha generado en él un actitud de tolerancia y respecto hacia otras ideologías y creencias, lo que cual lo ha alejado de caer en el radicalismo y el extremismo.

«Siempre me ha gustado el diálogo, el respeto entre las personas, el no caer en radicalismos, ni extremismos. He procurado en lo que puedo, poner paz donde vea agresividad y odio».

«En cuanto al matrimonio igualitario y otros temas que causan polémica, trato de formarme un juicio, un criterio, no radical, tengo mi opinión, muy respetuosa, guardo mi respuesta».

El obispo rojo

Alguien que también influyó en su vida, aunque de manera indirecta, fue un controvertido obispo, Sergio Méndez Arceo, quien siempre expuso sus pensamientos basados en argumentos reales, de lo que viven a diario las personas.

«Era un revolucionario de izquierda y en el Concilio tuvo una sacudida tremenda. Predicaba por dos medios, la Biblia y los periódicos. Eso me ha ayudado a leer las dos cosas, los documentos del Papa y todo lo que se escribe en los diarios y así comprender lo que sucede en el mundo, aquí».

Lo que viene

Ve con esperanza, optimismo y regocijo la llegada del nuevo arzobispo Francisco Moreno Barrón a Tijuana, con ello la continuidad de grandes obras y el inicio de otras.

A sus 76 años de edad se ve entusiasta ante el futuro y con ánimo de servicio, pero admite que no será para siempre.

«Viene lo que Dios quiera, viene lo de siempre, trabajo, el servicio, la Iglesia, diálogo, luchar contra estos demonios que andan sueltos, el odio, la venganza, la pobreza, la miseria, la violencia doméstica, el maltrato infantil».

«Que sea lo que Dios quiera, ya sentimos los años, la cargada. No nos gusta pensar con lo que viene. Quisiera mantenerme, pero el tiempo no perdona, no regresa; el tiempo, la edad llega, va llegando».

«Uno vive el día a día. Cada día nos debe sorprender, pues siempre hay y habrá cosas buenas para todos».

Monseñor Eduardo Ackerman y el periodista Isaías Plascencia
Monseñor Eduardo Ackerman y el periodista Isaías Plascencia
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